Cuando Chávez no tenía poder

Taganga, La Playa de moda de Santa Marta
1 de febrero de 2011
Mi Hijo es un Rebelde
13 de febrero de 2011

3 de junio de 2016

Zarita Abello es una mujer que goza de aprecio y respeto en la costa Caribe por su labor de hormiga como gestora cultural. Es graduada en artes pláticas de la universidad del Tolima, en su época una de las mejores facultades de historia del arte del país y fue alumna, entre otros maestros, de Jorge Elías Triana y de Manuel Hernández.

Zarita-AbelloEn Ibagué conoció al ingeniero agrónomo Luis Antonio Bonilla, con quien se casó años más tarde. Sus dos hijos nacieron en Santa Marta y, cuando entraron al kínder, Zarita comenzó a sentir cierto vacío que compensó con la pintura en acuarela y acrílico. Una obra suya que regaló a una de sus hermanas fue apreciada por un conocedor del arte en Barranquilla, quien la exhortó para que se profesionalizara en el oficio, tal cual lo sigue haciendo.

¿Cómo llega una acuarelista a dirigir durante un cuarto de siglo uno de los lugares más importantes en la historia de América? Todo comenzó cuando el pintor peruano Armando Villegas se obsesionó con la idea de abrir un museo en Santa Marta. Alguien que lo escuchó le habló de una ordenanza por medio de la cual la Gobernación de Magdalena cedía parte de los terrenos de la Quinta a los países bolivarianos con intenciones de convertirlo en sede de algún proyecto conjunto. Villegas llevó su iniciativa al entonces presidente Belisario Betancur, quien comisionó para ello a su ministro de desarrollo, el samario Gustavo Castro Guerrero.

Antes de esto, la Quinta sólo tenía de contemporáneo el Altar de la Patria (pintado en blanco en contraste con lo colonial, en tonos ocre). “Había un turismo moderado, manejado por la Corporación Nacional de Turismo en comodato por 30 años”, hace memoria Zarita. Belisario le metió el diente a la idea del museo y construyeron las tres salas que se convertirían en la primera etapa.

Abello afirma que “Por lo que eran terrenos propios, Villegas quería que se constituyera como fundación”. Él fue quien sugirió a Belisario que a la cabeza nombrara a algún pintor de la región, así que se lo ofrecieron a Zarita, quien para la época no sabía nada de manejo de museos. “Ahora ya tengo tres especializaciones en el tema, incluyendo una del Museo de América, en Madrid, luego de que gané una beca del Ministerio de Cultura de España ofertada a trabajadores de museos de América Latina”.

Además de la casa histórica donde murió el Héroe nacional y del Museo Bolivariano, desde 2002 en los terrenos de la Quinta también funciona el jardín botánico de la ciudad aprovechando la cantidad de árboles maderables y fruteros que allí crecen al lado de cuatro grandes árboles centenarios -dos tamarindos, un samán y una bonga-, cada uno con más de cuatrocientos años encima.

Junto con los gobernantes nacionales, Alán García ha sido el otro presidente bolivariano que se ha metido la mano al dril para sacar adelante esta obra: envió al muralista Mauro Rodríguez a pintar un mural de cincuenta metros ilustrando la vida del libertador. “Se ha trata de un telón muy pedagógico que permite entender paso a paso a Bolívar”.

Pero, desde su fundación, sin duda Hugo Rafael Chávez Frías ha sido el presidente que más se ha interesado por el museo, lo que lo ha llevado a profundizar la amistad con su directora. Quizás porEncuentro-Santos-Chavez-Quinta-de-San-Pedro-Alejandrino aquello, una vez posesionado Juan Manuel Santos en la presidencia, fue precisamente ese el sitio de encuentro que sirvió para limar asperezas entre ambos gobiernos el pasado mes de agosto, a pesar de las insistencias del senador Juan Fernando Cristo que alegaba que el escenario propicio para esta reunión era el Templo Histórico de Villa del Rosario, la iglesia cercana a la que fuera la casa de Santander, el enemigo más odiado por el Dios que guía los pasos de Chávez.

De ese día, Zarita Abello de Bonilla recuerda, con su acento costeño siempre pausado, que “Antes de que llegaran los presidentes había un ambiente realmente tenso que cambió tan pronto apareció Chávez sonriendo: fue el anuncio de que vendrían cambios positivos para la diplomacia nacional”.

En esa ocasión, después de los abrazos, Abello aprovechó para mostrarle a Chávez los adelantos del auditorio. “Quedó gratamente impresionado”, asegura ella. Luego se desarrolló la reunión con Santos a puerta cerrada en la Sala Grau y al final pasaron todos –periodistas incluidos- a un glamoroso almuerzo sazonado por la chef samaria Cecilia Solano Castro a base de ceviche de ostras y pescado gratinado en salsa de coco, acompañado de arroz blanco y patacones.

¿Qué hablaron los presidentes en la sala Grau?, pregunté por si ella había tenido oportunidad de escuchar alguna infidencia posterior. “Nadie sabe –por primera vez la directora del museo esboza una breve sonrisa-: lo único cierto es que ambos salieron de allí felices de oreja a oreja”.

¿Volverán las oscuras golondrinas? Abello se muestra optimista de que en esta nueva etapa de las relaciones binacionales el Museo Bolivariano recibirá el monto que le urge para terminar la construcción de su moderno auditorio. Ello, sin duda, será un noble gesto del venezolano del que harán buen uso los colombianos.

Alonso Sánchez:Texto y Fotografías: Habitación, Ampliación y Zarita

Fuente: http://www.kienyke.com/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *