La palmicultura en Colombia contribuye a mejorar la calidad de vida de las personas que se dedican a esta labor y de las comunidades donde se desarrolla la actividad tal como lo muestran los resultados de un estudio sobre la caracterización socioeconómica de los productores de palma de aceite.
De acuerdo con Alcibiades Hinestroza, Líder de Promoción y Desarrollo de la Asistencia Técnica de Cenipalma, el grado de desarrollo que presentan las zonas palmeras, frente a la mayoría de las actividades agropecuarias, es superior en cuanto a acceso a servicios públicos, educación, vivienda, etc.
Desde Cenipalma se promueve el fortalecimiento de las mejores prácticas a escala de finca para que el proceso de producción de aceite de palma sostenible se vea, no solo desde el componente productivo, sino desde lo ambiental y social.
Es así como se trabaja en el perfil socioeconómico de los productores buscando desarrollar una palmicultura “con sentido humano”, donde las decisiones en materia tecnológica se hagan a partir del entendimiento de ese rol que tienen los palmicultores no solo en los procesos productivos sino en los sociales.
La palmicultura inclusiva comienza rompiendo mitos como que muchas de las actividades son para hombres. Los resultados del trabajo realizado por el gremio mostraron que 23% de las mujeres tienen la jefatura del hogar, es decir, son responsables de los ingresos y de la manera como los invierten.
Sin embargo, aclaró que cada región tiene sus propias condiciones porque hay algunas donde la violencia es más marcada que en otras. Por ejemplo, en el Catatumbo hay una concentración del liderazgo de las mujeres porque los hombres han sido víctimas de la violencia y ellas asumieron esa jefatura.
Hay otras zonas como los Llanos Orientales donde, generalmente, se observa mayor presencia del hombre manejando la palmicultura, pero en la zona norte, en La Guajira, vuelve a registrarse el liderazgo de las mujeres dados los efectos de la violencia sobre los hombres.
Por su parte, María Rueda, Líder Social de Fedepalma, manifestó que se trabaja en mejores prácticas laborales, buscando la implementación del trabajo decente, lugares y entornos seguros para trabajar, derechos humanos y comunidades sostenibles.
La mujer tiene una participación activa en la agroindustria de la palma de aceite, alrededor de 31% de los productores son mujeres y un poco más de 14% del empleo directo corresponde a mujeres. Principalmente, cuando son empleadas están en cargos administrativos y en los operativos están más en las labores de polinización y vivero.
Durante los últimos años se ha incrementado la contratación de mano de obra femenina, especialmente, para polinización aunque también en laboratorio, en investigación, extensión y, en general, es una oportunidad representativa para la mujer rural.
La idea es ir cerrando la brecha y que la mujer esté capacitada para competir en igualdad de condiciones con los hombres en cualquier cargo que se oferte en el sector. Por eso, en los próximos días se empezará a implementar la política de equidad de género para el sector palmero colombiano.
Indicadores dicientes
Otro de los aspectos destacados del estudio es que así como las palmas se están envejeciendo, también los productores. Más de 60% de la población palmicultora está sobre los 55 años, aunque el promedio de edad de las mujeres es menor y de ahí uno de sus roles importantes para hacer la transición y el relevo generacional.
Para impulsar el relevo generacional se están tratando de mejorar las condiciones de trabajo en el campo. La palmicultura tiene profesionales en diferentes ramas y eso es lo que se quiere mostrar, que no importa lo que decida estudiar puede regresar y ejercerlo en el negocio de la familia, sostuvo Hinestroza.
Hoy día se ve el empoderamiento de los jóvenes de cara al liderazgo de los procesos productivos. Incluso, se está incentivando a los estudiantes de colegio para que se enamoren de la palma de aceite y sigan en el cultivo.
La caracterización también permitió corroborar algo que ya se sabía y es que la palmicultura se caracteriza por la formalización laboral. El 82.4% del talento humano está vinculado formalmente, no tanto en la palmicultura de pequeña escala donde hay mucha mano de obra familiar. Con el grado de formalidad se tienen todos los beneficios asociados a la seguridad social, que muy pocos productores en el campo los tienen.
Otro aspecto destacado es que la vivienda, por ejemplo, tiene mejores condiciones, con techo de zinc o lámina, pisos y acceso al baño. Sin embargo, se debe tener en cuenta que 67% de los palmicultores no viven en la finca sino en un municipio cercano o en la cabecera municipal y eso es lo que permite registrar unas mejores condiciones frente a otras actividades agrícolas.
En materia de accesibilidad a servicios públicos, la conectividad es un problema complicado. Solo 32% de los palmicultores tiene acceso a internet, mientras 100% se comunica a través del celular pero para conectarse deben esperar hasta llegar al pueblo. Esta información sirve para diseñar las estrategias de extensión y para entender cómo comunicarse con los palmicultores, sostuvo el líder de Cenipalma.
“El promedio de pobreza multidimensional de las familias dedicadas a la agricultura en Colombia supera el 18%, pero en palma de aceite está en 10%, lo que muy seguramente es el resultado de las formas de invertir los ingresos que tienen, que en promedio está por encima de $2 millones mensuales por hectárea. Los modos de vida de 91% de los palmicultores está por arriba de los niveles de pobreza multidimensional registrados para otros productores agropecuarios del país”.
Con todo estos datos, el reto es cómo lograr que las estrategias en materia de asistencia técnica puedan llegar de mejor manera al productor, que se puedan tomar decisiones de manera conjunta, es decir, orientar la toma de decisiones y fortalecer el acompañamiento social.
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