Era una mañana que amaneció con una recia lluvia y un fuerte viento. Al echar un vistazo hacia afuera descubrí una araña que había tejido su telaraña afuera del marco de la ventana, la observe por un instante, ella parecía indiferente a la tormenta, Parecía quieta mientras se aferraba a su telaraña que oscilaba con el viento.
Se fue la lluvia y el fuerte viento y llego la calma, la araña comenzó a reparar y a agrandar su telaraña; cuando el viento empezó de nuevo, dejó de trabajar y volvió a aferrarse a su telaraña.
Aprendamos, pues, una lección de esta débil criatura. Nosotros también nos aferramos a la débil telaraña de la vida y a veces nos sentimos acosados por las tempestades, las pruebas y el desaliento. Aveces parece como si la tormenta fuera a destruirnos.
En lugar de permitir que nuestros corazones se llenen de temor y desesperación, pongamos nuestra mirada en nuestro padre celestial y confiemos en él con la confianza de un niño. Confiemos que él en su soberanía sabe lo que más nos conviene a nosotros y esperemos pacientemente a que pase la tormenta. Luego podemos continuar nuestro trabajo tranquilamente, según Dios dirija.
Señor, tú sabes lo que más nos conviene. Enséñanos a aceptar cualquier cosa que tú nos mandes. Ayúdanos a no permitir que las circunstancias nos destruyan, sino más bien ayúdanos a confiar en tu promesa que tú estarás con nosotros hasta el fin.
Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito. —Romanos 8:28
¡Dios está al mando!
David Keeney, Junto a Aguas de reposo.
Fuente: http://www.renuevodeplenitud.com/